jueves, 16 de julio de 2009
Los Bomberos en Guatemala
Leonel Guerra Saravia
En esta oportunidad deseo re-ferirme tanto a los Bomberos Voluntarios como a los Municipales de Guatemala.
Estas entidades de servicio son una gran ayuda, ya que se les llama para situaciones que parecen sencillas, como bajar a un gato de un árbol o sacar una serpiente de una casa, y casos más delicados como auxiliar a personas en un choque de vehículos; baleados, amputados; traslado de enfermos a los centros asistenciales, ayudar a personas si se les está cayendo su vivienda y en caso de incendios.
En pocas palabras, los bomberos nos resuelven un montón de problemas de los cuales somos nosotros los humanos los causantes.
Cuando se fue organizando nuestro país, se carecía de este servicio social y los habitantes actuaban de manera improvisada.
Ahora, para los que lo ignoran, los bomberos son personas profesionales que estudian, practican y se desvelan para servirle a la sociedad.
En abril de 1944, el Club Rotario de Guatemala, dentro de su labor de servicio social, obsequió a la Ciudad lo que podríamos calificar de primera unidad para combatir incendios.
Casi al mismo tiempo, la Municipalidad de Guatemala había adquirido una bomba estacionaria acoplada con su respectivo motor a una plataforma, la cual era jalada por las regadoras marca Mack.
En más de una ocasión el agua la tomaba el público directamente de las regadoras, para lanzarla contra el fuego, con diversidad de recipientes.
El bombero aparece ante su comunidad como un ser de esperanza y de alivio ante cualquier situación problemática o emergente.
De ahí que quien ostenta la calidad de bombero lucha contra todos los factores que se opongan a mostrarse como un ser digno de la confianza y sentimiento de afecto que su comunidad le profesa.
Es importante que los guatemaltecos reconozcamos la labor de nuestros bomberos, y que según podamos, sobre todo los jóvenes, nos incorporemos a tan digna institución y estemos conscientes de que necesita más elementos de trabajo, estaciones de servicio, mano de obra y, especialmente, merecen respeto y consideración, por los riesgos que conlleva esa profesión.
Ruego a los inconscientes no hacer llamadas infundadas; mejos ayúdemos, según nuestras posibilidades económicas o con algunos insumos.
A las autoridades que dirigen el país las conmino para que se estudie un presupuesto justo y se les dé facilidades a los socorristas para la obtención de recursos.
Todos debemos colaborar, ya que en cualquier momento vamos a necesitar de los bomberos.
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