Guatemala (NBG).- “A los hermanitos los encontré abrazados debajo de la pila, como que trataron de protegerse, pero fueron alcanzados por el fuego. Es lo peor que me ha tocado vivir en mis 18 años de servicio”, son las palabras con las que describe Adolfo Enríquez, un bombero voluntario, el drama que le tocó vivir ayer en el asentamiento La Independencia, anexo a la colonia Paraíso de la zona 18.
Bomberos y fiscales del MP buscan evidencias para determinar el origen del siniestro. Foto D. Tercero/s21
El sector, poblado con humildes viviendas, ayer fue
escenario de una tragedia al incendiarse la casa del lote 93, donde
Jefferson de Jesús, de 6 años, y Josué Daniel, de 3, ambos de apellidos
Esteban Rodríguez, estaban encerrados en un cuarto cuando la vivienda se
incendió.
“Salí a comprar tortillas para el desayuno; me tardé unos 20 minutos.
Cuando regresé no podía creer que mi casa se estaba quemando, no me
importa que lo haya perdido todo, pero el dolor que llevaré toda mi vida
es que no pude rescatar a mis hijos”, sollozaba Felícita Rodríguez,
quien luego gritaba desgarrada: “¡Ay Dios mío, por qué me está pasando
esto; quiero ver a mis nenes!”.
Los hermanitos Esteban Rodríguez se quedaron encerrados con candado,
situación que impidió a los vecinos ayudarlos cuando se inició el fuego.
Sus gritos traspasaban el crepitar de las láminas y maderos que ardían,
mientras afuera la madre pedía ayuda y los bomberos luchaban por llegar
al lugar.
Los socorristas realizaron un tendido de mangueras de unos 500
metros, que pasaba entre los callejones, para poder llevar agua hasta la
vivienda que ardía y sofocar el incendio, labor que les tomó unos 45
minutos, tiempo en el cual el fuego consumió todo.
La última historia
“Papito, ¿es cierto que Dios está con nosotros?”, le preguntó Jefferson a su padre, Leandro Esteban, antes de salir a trabajar.
“Papito, ¿es cierto que Dios está con nosotros?”, le preguntó Jefferson a su padre, Leandro Esteban, antes de salir a trabajar.
Mientras esperaba que le entregaran los cuerpos de sus pequeños,
lágrimas rodaban por las mejillas del hombre, quien con voz quebrada
narraba los últimos minutos que convivió con sus hijos.
“Les conté una historia bíblica cuando salí, y a las 9:15 me llamaron
para avisarme del incendio”, expresa, y luego agrega: “Los abracé al
despedirme; sé que mis niños están con Jesús”.
Los cuerpos son velados en la Iglesia Peniel. Hoy los trasladarán a
San Pedro Pinula, Jalapa, para inhumarlos en el cementerio local mañana.
TOMADO DE SIGLO 21
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