Guatemala (NBG).- Aún tengo presente en mi mente las imágenes aterradoras del devastador terremoto de 9.0 grados Richter y tsunami, que dejó cerca de 20 mil muertos y desaparecidos en el noreste del Japón el 11 de marzo de 2011.
Los japoneses no se habían sobrepuesto al fuerte sismo y al tsunami, cuando empezó la subsecuente amenaza nuclear, un día después de que generó...... una explosión del reactor 1 del complejo nuclear de Fukushima y las siguientes explosiones de los reactores 3 y 2, más un incendio en la piscina de combustible del 4.
Nada comparado con el terremoto del 4 de febrero de 1976, el cual ocupa el puesto 75 en la lista de los 100 desastres más mortíferos del Siglo XX y que dejó un total de 23 mil personas fallecidas y un monto estimado de US$100 millones de impacto económico.
La doble tragedia cambió por completo al país del sol naciente, donde continúa el proceso de reconstrucción y los reactores de Fukushima permanecen en parada fría, mientras que sólo quedan en funcionamiento dos de las 54 unidades generadoras de energía del país.
Cada día se registra una media de 1.48 sismos de magnitud superior a 3 en la gigantesca urbe de Tokio, cinco veces más que antes.
La probabilidad de un terremoto de magnitud superior a 7 en Tokio varía, según los organismos (70% en 30 años, 10% en 10 años o hasta el 50% en cuatro años). Es imposible hacer una predicción, pero para las autoridades el peligro es real.
La capital nipona ya fue destruida en 1923 por un poderoso sismo de 7.9 que dejó 142 mil 800 muertos.
Los japoneses no se habían sobrepuesto al fuerte sismo y al tsunami, cuando empezó la subsecuente amenaza nuclear, un día después de que generó...... una explosión del reactor 1 del complejo nuclear de Fukushima y las siguientes explosiones de los reactores 3 y 2, más un incendio en la piscina de combustible del 4.
Nada comparado con el terremoto del 4 de febrero de 1976, el cual ocupa el puesto 75 en la lista de los 100 desastres más mortíferos del Siglo XX y que dejó un total de 23 mil personas fallecidas y un monto estimado de US$100 millones de impacto económico.
La doble tragedia cambió por completo al país del sol naciente, donde continúa el proceso de reconstrucción y los reactores de Fukushima permanecen en parada fría, mientras que sólo quedan en funcionamiento dos de las 54 unidades generadoras de energía del país.
Cada día se registra una media de 1.48 sismos de magnitud superior a 3 en la gigantesca urbe de Tokio, cinco veces más que antes.
La probabilidad de un terremoto de magnitud superior a 7 en Tokio varía, según los organismos (70% en 30 años, 10% en 10 años o hasta el 50% en cuatro años). Es imposible hacer una predicción, pero para las autoridades el peligro es real.
La capital nipona ya fue destruida en 1923 por un poderoso sismo de 7.9 que dejó 142 mil 800 muertos.
Algunos expertos subrayan que estas predicciones utilizan la misma metodología errónea que sirvió al Gobierno para decir que el riesgo de un gran terremoto en el noreste era muy bajo.
“Hay un riesgo de terremoto de magnitud, 7 en todo Japón, incluida la región de Tokio, pero no es ni más ni menos que en cualquier otra parte” del país, dijo el profesor Robert Geller, de la Universidad de Tokio.
En un país que registra el 20% de los terremotos más violentos del mundo, la experiencia trágica del 11 de marzo de 2011 puso de manifiesto enormes lagunas de preparación.
En el área metropolitana de Tokio, de 35 millones de personas, el violento terremoto provocó la interrupción de todos los transportes, por lo que hordas de trabajadores tuvieron enormes dificultades para volver a sus casas, recordó el embajador de Guatemala en Japón, Byron Escobedo.
“Hay que prepararse para el terremoto que se va a producir”, indica Asahiko Taira, investigador de la Agencia Japonesa de Ciencias y Tecnología Terrestres y Marinas (Jamstec).
Según una simulación de la Agencia de Prevención de Desastres, si un terremoto de tierra de magnitud 7.3 se produjera en la parte norte de la bahía de Tokio un día de semana a las 18:00 horas, con un viento de tres metros por segundo, 6 mil 400 personas perecerían y 160 mil resultarían heridas.
Unas 471 mil viviendas y edificios resultarían totalmente destruidos, la mayoría por incendios azuzados por el viento, otros por las réplicas o por la desintegración del suelo, constituido por terraplenes artificiales.
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